martes, 23 de febrero de 2016

Propaganda de condones Durex



La propaganda llama bastante la atención, ya que es graciosa, por lo que representa y los sonidos. Es un video corto por lo tanto no se hace aburrido. 
Utilizan una forma de publicidad muy ingeniosa; que es la del morbo y el chiste. 
Fue el comercial que elegí porque lo había visto hace un tiempo y me pareció muy estratégica la publicidad.







Webgrafía: 
https://www.youtube.com/watch?v=XpVGwa760e8

Autoevaluación

Considero que la nota de mi autoevaluación debe ser 4.7 ya que subí todas la evidencias con dedicación y esmero.

lunes, 22 de febrero de 2016

El gato negro.

 El gato negro, cuento escrito por el estadounidense Edgar Allan Poe publicado por primer vez en el año 1843 en el periódico Saturday Evening Post de Filadelfia. Su nombre original es "The Black Cat". 
Se cuenta la historia de una pareja a la que le gusta tener animales. El animal más apreciado es un gato... Un gato de color negro. El protagonista y el gato tienen una relación muy buena. Sin embargo este hombre se volvió alcohólico, y llegaba cada noche a su casa estando ebrio.
Un día el hombre llegó pasado de tragos, y el gato comenzó a perturbarlo hasta tal punto en el  que el hombre se puso violento, y tomó al gato por la fuerza y le sacó un ojo. 
Luego de esta acción, el gato no se le volvió a acercar al hombre, lo evitaba siempre y le temía. Un día en que éste llegó nuevamente ebrio, le dio tanta cólera saber que el gato ahora lo odiaba después de haberlo amado, y tomó la decisión de matarlo.
Pasado el tiempo la pareja se mudó a otra casa, y las cosas habían quedado en el pasado. Pero un día, el hombre estaba en una cantina embriagándose, y encontró un gato negro, casi tan parecido al que había tenido antes, y por esto lo llevo a casa. 
Otro día estando borracho, se enfureció con su nueva mascota, por el simple hecho de que le recordaba a la que había torturado y asesinado, tomó una hacha y lo iba a matar... Cuando su esposa le agarró la mano, entonces él libero su ira de otra forma.
El cuento es muy bueno para leerlo solo y en un ambiente tenebroso, es de los más aterradores que he leído. Aparte es diferente, no es común a las historias de terror habituales, es entretenido y atrapa al lector. La relación de los gatos negros con los de la vida real es interesante, ya que la cantidad de historias, y rumores que hay acerca de los gatos negros son demasiados. Sin embargo en el cuento los describen como animales cariñosos, esto me agrada.                                                                                                                                                                                                                                                                            Nicolás Muñoz

martes, 16 de febrero de 2016

Una historia de fantasmas.
El cuento "Una historia de fantasmas" de Samuel 
Langhorme Clemens más conocido por su apodo, Mark Twain. Fue un escritor, orador, y humorista estadounidense. Nació en Misuri, Florida, en el año 1831. Y murió en el estado de Connecticut, en el pueblo Redding, en el año 1910.

Una historia de fantasmas es un relato de un hombre que toma una pieza en alquiler para pasar la noche, y durante toda la noche es perturbado por fantasmas, teniendo al final un encuentro muy interesante.
Desde que la persona subió por primer vez a su habitación sintió un pavor inexplicable, sin embargo, cuando entró en ella, prendió la chimenea e hizo el ambiente agradable.
Después de un rato, cuando el fuego se extinguió, volvió el temor, los sonidos de alrededor se fueron apagando lentamente. El hombre decidió acostarse entonces. 
Al cabo de un rato, despertó de golpe y un fantasma se encontraba quitándole las cobijas, las recuperó dos veces, pero a la tercera el fantasma se las quitó por completo. Escucho pasos de algo muy pesado saliendo de la habitación, y llegó a pensar que era el fantasma de un elefante. 
Luego de calmarse y de hacerse creer a sí mismo que todo había sido una pesadilla decidió levantárse y encender el fuego de nuevo. Pero fue una mala idea, luego de encender el fuego notó una huella de algo que tenía los pies bastante grandes. Se estremeció y volvió a la cama como pudo, pero ahora todo era peor. Habían fantasmas en toda la habitación y él lo sabía. 
Al final se fueron los visitantes no deseados, y él se levantó como pudo y encendió la luz... Pero ahora se escuchaban los grandes y pesados pasos en el corredor, acercándose a la puerta, al final apareció la figura del gigante de Cardiff. Platicaron un rato, el gigante rompía todos los muebles en los que se sentaba, y le dio a entender al hombre, que estaba atormentando a la gente porque no le habían dado la la sepultura debida, más sin embargo estaba expuesto en un museo. 
Lo que el gigante no sabía, era que el cuerpo que había estado en el museo era una réplica del verdadero que se encontraba sepultado en Albany. 

Una historia de fantasmas, por Mark Twain, es un cuento que tiene de todo, el principio es aterrador, aunque su forma de crear terror es buena, también es muy clásica, los típicos sonidos de pasos, de cadenas, no da expectativas diferentes. El cambio del terror a un relato normal, no me agrada. El lector espera un final aterrador, y resulta que tan sólo aparece un fantasma y se pone a dialogar con el protagonista. 

Nicolás Muñoz.

martes, 2 de febrero de 2016

A la deriva - Imagen.

Horacio Quiroga
(1879-1937)

A LA DERIVA
(Cuentos de amor, de locura y de muerte, (1917)


         El hombre pisó blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.
         El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
         El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
         El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
         Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
         —¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor—. ¡Dame caña!
         Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
         —¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo. ¡Dame caña!
         —¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.
         —¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
         La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
         —Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
         Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
         Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
         El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito —de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
         La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
         La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
         —¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
         —¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
         El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
         El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
         El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
         El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
         ¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
         Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
         De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración también...
         Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...
         El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
         —Un jueves...
         Y cesó de respirar.

Esta es la imagen que decidí colocarle al cuento: 

Banksy Phan Thị Kim Phúc

Phan Thị Kim Phúc

Es la niña Vietnamita conocida como "la niña de napalm" ya que el día 8 de junio de 1972 fue quemada por una bomba de "napalm" que calló en su pueblo, Trang Bang, cuando Kim tenía tan solo 9 años. 
Esta bomba fue tirada por el ejercito estadounidense, durante la guerra con de Vietnam. Cuando calló sobre Kim Phúc y su familia. Ella corrió por la calle mientras se quitaba la ropa en llamas, y el fotógrafo Nick Ut tomo la foto que ganaría luego el premio Pulitzer.

Pero mi reseña no es acerca de la foto, mi reseña es acerca del graffiti hecho por el famoso Banksy. El artista británico anónimo. En éste él pinta a Kim Phúc cogida de la mano por Mickey Mouse y Ronald Mcdonald, símbolos estadounidenses. 
Pienso que esta pintura tiene una gran crítica a el capitalismo del país, ya que este es el que da el sustento para la guerra. La promueve, mejor dicho. Como los emblemas estadounidenses están sonriendo, da a pensar que quiere decir que a el país no le interesa el sufrimiento que pasan los niños en la guerra. Sólo le importa el dinero, y el poder.